Cuando paseamos entre las casitas encaladas de las callejuelas de un pueblo alpujarreño, escuchamos el murmullo de sus fuentes o nos refugiamos a la sombra de un tinao, comprendemos parte de su carácter, su historia, sus tradiciones, su identidad. Al fin y al cabo la arquitectura es una de las mayores manifestaciones culturales que mantenemos de nuestros antepasados.

Pampaneira. Imagen: fcojaviergomex

Pampaneira. Imagen: fcojaviergomex

El urbanismo alpujarreño en general y la vivienda en particular es una reliquia de pasado histórico que se ha conservado gracias a estar en una comarca de difícil acceso hasta hace pocas décadas. La Alpujarra es una comarca situada a las espaldas de Sierra Nevada. Es una región montañosa, abrupta. La nieve es permanente todo el año en las cotas más altas y el agua es una constante, pero hay grandes problemas para encauzarlas debido a la orografía del terreno.

A lo largo de una especie de valle longitudinal se diseminan una multitud de pueblos que integran culturalmente la comarca. El pueblo más alto es Trevélez, que está a 1.700 metros de altitud, Órgiva a 450.

Los pueblos, surgen de la tierra, pero son blancos como la nieve; y cuando se divisan desde lejos, asimilan imposibles ventisqueros aislados en la pendiente de la sierra. Suelen estar orientados al sur a sureste, ubicados al lado de algún arroyuelo o manantial para abastecerse. En algunos todavía podemos observar las acequias que conducían el agua hasta los cortijos más lejanos.

El estilo predominante de la arquitectura alpujarreña es mediterráneo, influencia que se atribuyen a la cultura musulmana, que buscó refugio en La Alpujarra tras la caída del Reino Nazarí de Granada. De hecho, podemos encontrar construcciones similares en el Atlas marroquí.

El mapa de sus calle son una entramada y laberíntica red de complejos recovecos, trazados a semejanza de los terrenos de cultivos, con acceso en zig-zag para evitar el esfuerzo de la subida en recta y aprovechar al máximo el terreno. Asimismo; las casas se construyen en el menor espacio posible, aprovechando los espacios menos propicios para el cultivo, dejando los accesos necesarios según el paso al bancal. En ocasiones, si no había paso cedido la calle se cerraba con la construcción, originando los adarves.

Tinao. Imagen Antonio Merida

Tinao. Imagen Antonio Merida

También de la necesidad de respetar el paso y aprovechar el espacio surgen surgen los tinaos, una de las características arquitectónicas más representativas de la zona. Se trata de una construcción por encima del paso.

Otra originalidad de las construcciones alpujarreña es la adaptación al relieve. Las casas se han levantado aprovechando el relieve, a veces una roca grande se convierte en un buen muro. Al ser las calles estrechas, las casas están apiñadas, adaptadas al desnivel y sin tejados inclinados. La mayoría tienen más de un piso. Y por supuesto, están pintadas con cal, blanca como la nieve.

Con este espíritu de aprovechamiento los utilizados en la construcción son en su mayoría originarios de la zona. Así los muros son construidos con piedras y argamasa. Para las vigas de los techos se utiliza madera, de nogal, castaño pino y almendro. Sobre estas, dispuestas en cruz, se colocan las alfarjías de los mismos árboles, y sobre estas planchas de pizarra. Las viviendas más auténticas suelen tener un balcón de madera cubierta, en algunos casos de reformas la madera ha sido sustituida por hierra.

Muchas viviendas tienen claraboyas para aprovechar la luz sobre la cocina, en ocasiones la dependencia más importante para la vida familiar. La casa alpujarreña es el templo de sus moradores, íntima y reservada. Hay mucho respeto por la vivienda ajena, otra idiosincrasia del pueblo alpujarreño.

Pasear por sus calles te trasladará a otro mundo por el que el tiempo apenas ha pasado, una forma de vida en el que la tierra y el agua marca forman parte indisoluble de la vida del hombre. Disfruta de su tranquilidad, de la serenidad de sus vistas, del arrullo de sus fuentes. Piérdete por sus callejuelas y vericuetos entrelazados, como si fuesen una metáfora de que nunca se alcanzan los sueños tomando el camino más corto.

Fuente: Introducción al urbanismo alpujarreño.

Imagen principal: andalucia.org